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viernes, 22 de febrero de 2013

En el turf argentino fallan las instituciones



Ya es una constante de varios participantes de la industria enumerar cuáles son los problemas que sufre el turf nacional; el diagnóstico es claro, pero nadie ofrece soluciones concretas para una actividad en terapia intensiva




Durante los últimos diez años, por tomar un lapso, se han escrito cientos de páginas y se han escuchado otras tantas opiniones sobre la crisis que atraviesa el turf argentino y las causas de tal deterioro. De una forma u otra se multiplican diversos puntos de vista que ofrecen directivos, personajes con rango de asesores, periodistas, propietarios, criadores, agentes, profesionales y aficionados. 

Lo cierto es que la ecuación cambió drásticamente cuando ingresaron los slots (máquinas tragamonedas) a algunos hipódromos y cuando se aplicó, casi como compensación, el Fondo de Reparación Histórica, el subsidio contemplado en la Ley del Turf (13.253) desde el año 2004. Bajo estas dos modalidades la actividad del turf queda relegada a un segundo plano y en el nuevo esquema se le asignan unos pocos recursos en vez de distribuir fondos generados por explotación.  

Hoy la realidad ofrece tres clases de hipódromos: los que explotan slots como actividad principal, los subsidiados por el Estado y los que intentan autofinanciarse (en su mayoría los centros hípicos del Interior del país). No hay que ser un erudito para detectar la enorme desigualdad que marca este esquema.  

En lo que se refiere a la actividad en su totalidad, la agenda la marcan los hipódromos centrales y alrededor de ellos orbita el funcionamiento de casi toda una industria que se inicia en el haras y culmina en una pista de césped o de arena el día de la carrera. En el medio, otras fuerzas de trabajo participan en la cadena productiva del turf. En este contexto tan simple, la fuerza del comentario hace agua y las opiniones –calificadas o no- carecen de receptor válido. Porque a la industria la hacen todos… y su integración no depende de los discursos aislados.

En alguna revista especializada se pueden leer opiniones acerca de si el turf es viable o no, en otras se escriben semana tras semana páginas que alertan sobre el “peligro que atraviesa la actividad” o sobre “la hípica que merecemos”, con un contenido que se viene repitiendo año tras año. Basta con revisar dichas notas de opinión a lo largo del tiempo para comprender que el contenido casi no sufrió variaciones. Algo parecido ocurre con las asociaciones que representan a sectores del turf (propietarios, criadores, cuidadores, etc.)… tanto estando juntas en “mesas asesoras” o por separado, ninguna logra desde la jerarquía participativa obtener mejores resultados para el turf argentino.

Aportes extraordinarios al margen, la actividad fue perdiendo recursos en todos sus sectores ante la intervención de proporciones tóxicas que tuvieron los hipódromos centrales. Se agigantó la figura de los dueños de las pistas en un accionar disruptivo de discurso casi inapelable. A esto se le suma la nula acción de aquellas entidades que deberían defender y transformar a la actividad hípica en un proceso de expansión que hoy ya casi no existe. El pasado demuestra que el turf tuvo brillo propio cuando, por ejemplo, se corrían los campeonatos de stayers donde la bolsa de una carrera de largo aliento duplicaba a una competencia de corta y media distancia, o cuando se corrían pollas abiertas en lugar de las actuales copas de casas de remate a las que ingresan unos pocos. Hoy las pobres programaciones tiraron por el tobogán la calidad hípica nacional.

Entonces, ¿la unión hace la fuerza? En este caso parece que no. Más allá de los hipódromos, el resto del turf argentino parece que no tiene voz propia. Sería inédito, por ejemplo, que a la poderosa TOBA (The Thoroughbred Owners and Breeders Association) de Estados Unidos algún hipódromo le marcara qué política seguir; o que en Europa se le impusieran condiciones a la British Horseracing Authority o, en su defecto, que no se escuchen las opiniones del Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum en alguna península.

El estado de agonía del turf nacional no se basa en la falta de ideas, es más bien un reflejo de la inexistencia de instituciones que defiendan a la hípica como actividad primaria, productiva y, sobre todo, federal.

Gentileza: PURA HÍPICA 


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