Ya es una constante de
varios participantes de la industria enumerar cuáles son los problemas que
sufre el turf nacional; el diagnóstico es claro, pero nadie ofrece soluciones
concretas para una actividad en terapia intensiva
Por LUCIANO ZYLBER
Durante los últimos diez años, por tomar un lapso, se han escrito
cientos de páginas y se han escuchado otras tantas opiniones sobre la crisis que
atraviesa el turf argentino y las causas de tal deterioro. De una forma u otra
se multiplican diversos puntos de vista que ofrecen directivos, personajes con
rango de asesores, periodistas, propietarios, criadores, agentes, profesionales
y aficionados.
Lo cierto es que la ecuación cambió drásticamente cuando ingresaron
los slots (máquinas tragamonedas) a algunos hipódromos y cuando se aplicó, casi
como compensación, el Fondo de Reparación
Histórica, el subsidio contemplado en la Ley del Turf (13.253) desde el año
2004. Bajo estas dos modalidades la actividad del turf queda relegada a un
segundo plano y en el nuevo esquema se le asignan unos pocos recursos en vez de
distribuir fondos generados por explotación.
Hoy la realidad ofrece tres clases de hipódromos: los que explotan slots como actividad principal, los
subsidiados por el Estado y los que intentan autofinanciarse (en su mayoría los
centros hípicos del Interior del país). No hay que ser un erudito para detectar
la enorme desigualdad que marca este esquema.
En lo que se refiere a la actividad en su totalidad, la agenda la
marcan los hipódromos centrales y alrededor de ellos orbita el funcionamiento
de casi toda una industria que se inicia en el haras y culmina en una pista de
césped o de arena el día de la carrera. En el medio, otras fuerzas de trabajo
participan en la cadena productiva del turf. En este contexto tan simple, la
fuerza del comentario hace agua y las opiniones –calificadas o no- carecen de
receptor válido. Porque a la industria la hacen todos… y su integración no
depende de los discursos aislados.
En alguna revista especializada se pueden leer opiniones acerca de si
el turf es viable o no, en otras se escriben semana tras semana páginas que
alertan sobre el “peligro que atraviesa la actividad” o sobre “la hípica que
merecemos”, con un contenido que se viene repitiendo año tras año. Basta con
revisar dichas notas de opinión a lo largo del tiempo para comprender que el
contenido casi no sufrió variaciones. Algo parecido ocurre con las asociaciones
que representan a sectores del turf (propietarios, criadores, cuidadores,
etc.)… tanto estando juntas en “mesas asesoras” o por separado, ninguna logra
desde la jerarquía participativa obtener mejores resultados para el turf
argentino.
Aportes extraordinarios al margen, la actividad fue perdiendo recursos
en todos sus sectores ante la intervención de proporciones tóxicas que tuvieron
los hipódromos centrales. Se agigantó la figura de los dueños de las pistas en
un accionar disruptivo de discurso casi inapelable. A esto se le suma la nula
acción de aquellas entidades que deberían defender y transformar a la actividad
hípica en un proceso de expansión que hoy ya casi no existe. El pasado
demuestra que el turf tuvo brillo propio cuando, por ejemplo, se corrían los
campeonatos de stayers donde la bolsa de una carrera de largo aliento duplicaba a una
competencia de corta y media distancia, o cuando se corrían pollas abiertas en
lugar de las actuales copas de casas de remate a las que ingresan unos pocos.
Hoy las pobres programaciones tiraron por el tobogán la calidad hípica
nacional.
Entonces, ¿la unión hace la fuerza? En este caso parece que no. Más
allá de los hipódromos, el resto del turf argentino parece que no tiene voz
propia. Sería inédito, por ejemplo, que a la poderosa TOBA (The Thoroughbred
Owners and Breeders Association) de Estados Unidos algún hipódromo le marcara
qué política seguir; o que en Europa se le impusieran condiciones a la British
Horseracing Authority o, en su defecto, que no se escuchen las opiniones del
Sheikh Mohammed bin Rashid Al Maktoum en alguna península.
El estado de agonía del turf nacional no se basa en la falta de ideas,
es más bien un reflejo de la inexistencia de instituciones que defiendan a la
hípica como actividad primaria, productiva y, sobre todo, federal.
Gentileza: PURA HÍPICA
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