Por Andrés Mazzeo / Pagina 12
La historia de Marina Lezcano, a 40 años de su célebre conquista de la
Cuádruple Corona.
Supo imponer su
presencia en un ámbito poco predispuesto a aceptar la incorporación de las
mujeres. El 5 de noviembre de 1978 cerró una temporada espectacular con sus
victorias en la Polla de Potrillos, el Jockey Club, el Nacional y el Carlos
Pellegrini con su caballo Telescópico.
El fútbol, el
boxeo y el turf eran las tres patas deportivas más importantes en las que se
asentaba la masculinidad en el siglo pasado. Hacia 1970, el fútbol todavía no
había irrumpido con fuerza en el universo femenino y faltaban casi 30 años para
que la Tigresa Marcela Acuña les abriera las puertas a las futuras boxeadoras.
Pero fue otra
mujer, 1,51 de estatura y 44 kilos, la que se preparaba para romper los
prejuicios en el mundo de los “burros”. Marina Lezcano apareció con toda su
timidez, pero también con toda su convicción para hacerse un lugar en un
ambiente poco preparado para recibirla. Y a fuerza de buenas actuaciones y
éxitos demostró sus condiciones que llegaron a su punto más alto hace 40 años,
el 5 de noviembre de 1978, cuando entró en la historia grande del turf
argentino. Sólo nueve ejemplares en más de 80 años habían logrado imponerse en
la misma temporada en la Polla, el Jockey Club, el Nacional y el Carlos
Pellegrini, el último había sido Forli, en 1966, y ninguno más lo lograría
desde entonces.
Marina alcanzó la Cuádruple Corona con Telescópico, un producto del haras Don Yeye, hijo de Table Play y Filipina, que era cuidado por Juan Esteban Bianchi, el Mago de Capitán Sarmiento.
Marina alcanzó la Cuádruple Corona con Telescópico, un producto del haras Don Yeye, hijo de Table Play y Filipina, que era cuidado por Juan Esteban Bianchi, el Mago de Capitán Sarmiento.
Marina nació en
Lomas de Zamora, pero pronto sus padres se mudaron a un campo en San Vicente.
“A los 14, mi padre me regaló una yegua y eso impulsó un poco mi oficio
posterior. Como vivía en San Vicente, me quise anotar en la Escuela de
Aprendices de La Plata pero no me dejaron porque solo estaba permitido el
ingreso de hombres. Tuve muchos inconvenientes en mis inicios”. Pero Marina
insistió y pudo entrar a la Escuela en San Isidro junto a unas pocas chicas más
que compartían su pasión.
La fecha del
esperado debut fue el 15 de diciembre de 1974 en una carrera de mil metros en
Palermo, exclusiva para mujeres (fueron ocho). Marina salió segunda con Sandie
Shaw, detrás de Isabel Desvard, pero dos semanas después tuvo su revancha con
el mismo producto.
En la época
había varios peso pesados entre los jockeys: el uruguayo Vilmar Sanguinetti,
los chilenos Eduardo Jara y Carlos Pezoa y el peruano Víctor Centeno, se sumaban
a Aníbal Etchart, Miguel Sarati y Rubén Laitán. ¿Cómo las recibieron? “Supongo
que no habrá sido fácil haberse visto invadidos por nosotras. Lo que más les
molestaba al principio eran las cargadas porque les ganaban ‘las minas’. A
pesar de eso, nos recibieron bien. Tampoco podíamos esperar que en ese ambiente
de hombres usaran un lenguaje de hermanas de convento, pero con nosotras creo
que hubo un cuidado. Y en la pista siempre hay molestias, sin querer y a
propósito, pero en general primó la profesionalidad de los pilotos”.
Para el público
también era una novedad esa actividad femenina: “La gente nos recibió muy bien.
Lo que cambió fue que empezaron a ir al hipódromo muchísimas mujeres. En lo
personal, siempre sentí afecto y años después me encontré con chicas a las que
sus padres les habían puesto Marina por mí”.
Se acercaba la
época de mayor esplendor. Su sociedad con Bianchi quedaría grabada en la
memoria de los burreros de la época. “Trabajé con Don Juan 12 años, gané unas
570 carreras, más de 100 clásicos. Bianchi fue siempre un extraordinario
entrenador, que sabía muchísimo de su profesión y tenía una gran intuición.
Estoy muy agradecida por haber compartido tantos años con él”, recuerda.
En el ‘78 obtuvo
la Polla de Potrillos (1600 mts.), el Jockey Club (2200) y el Nacional (2500).
¿Cómo fue ese Pellegrini (3000) cuando logró la cuarta gema de la Cuádruple
Corona? “Telescópico llegó a esa prueba con un estado y una preparación
impecables. Era muy sano y con muy buen carácter. Ya desde la suelta se perfiló
como ganador. Se impuso por 18 cuerpos sobre Serxens, otro caballo de Bianchi
que conducía Jara”. Cuando se dirigían al pesaje, los 60 mil aficionados la
ovacionaron junto al potrillo, que sumaba su nombre al exclusivo lote en el que
figuraban, entre otros, los legendarios Botafogo y Yatasto. Al día siguiente,
los principales medios del país le dedicaron a la hazaña amplios espacios en
sus tapas.
Los éxitos se
sucedieron, muchos de ellos con algunos de los mejores ejemplares de la época:
Serxens, Bayakoa, Babor, El Asesor, Fitzcarraldo, Cipayo y Fort de France,
entre otros. Hasta que llegó el momento de cambiar de vida: “Mi retiro fue por
una decisión que había tomado casi cuando empecé a correr y era que al tener mi
primer hijo ya no seguiría. Fue algo muy personal”. Corrió su última prueba en
abril de 1989 y en febrero del año siguiente fue madre. “Extrañé muchísimo
correr y durante un largo tiempo no quería ir a ver a ningún caballo, ni
siquiera del stud de mi marido (el entrenador Hugo Rodolfo Gutiérrez).
Evidentemente, quería estar allí arriba, montando. Luego, lo superé”, comenta.
En 2008, se trasladó a San Luis, donde un año después asumió como directora de
la Escuela de Jockeys del Hipódromo La Punta.
Toda una vida
ligada a los caballos. Marina Lezcano supo imponer su presencia en un ámbito
poco predispuesto a aceptar la incorporación de la mujer. Si hasta el Maestro
Irineo Leguisamo, el jockey más importante que pasó por las pistas del país,
tuvo que cambiar su mirada. “Cuando debutamos dijo que esta no era una
profesión para nosotras y que creía que nunca una mujer iba a ser un buen
jockey, pero después del Pellegrini de Telescópico fue a hablar con Bianchi
para reconocer que se había equivocado al pensar de esa manera”, evoca Marina
con orgullo.
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