Por: Adrián Domínguez / Foto: Gustavo Duprat / www.todogalope.com
“Las carreras
las ganan los caballos”,
son las seis palabras que reciben a cada uno de los chicos que ingresan a la
EJAJC (Escuela de Jockeys Aprendices del Jockey Club) en busca de un sueño,
pero también acogen a todos los que en algún momento y por diferentes ocasiones
la visitan. Puede parecer extraño, hasta un contrapunto. Es decir: si en un
centro de entrenamientos olímpicos diría “Las competencias las ganas
las jabalinas”; o en una escuela de pesca “a los peces los pescan
las cañas”, sería extraño y hasta, tal vez, criticado. Allí no. El Turf es
un mundo aparte, extraño, diferente y hasta con toques mágicos. El mensaje es
claro, y tiene que ver con la formación que da la escuela, la cual está basada
en el respeto por el compañero pero principalmente por el caballo. También
tiene que ver con su director, con sus profesores y con una evolución del mundo
donde cada día –aunque en una ardua lucha- se intenta respetar más a los
animales. Los resultados fueron un éxito, ya superaron las 10.000 victorias.
El
director
El pilar
fundamental de la escuela. Su físico lo delata: bajito, parece aún tener las
piernas fuertes, y está cerca de los caballos. Definitivamente el director de
la escuela fue jockey. Ahora está sentado al frente de la clase: hay unos 15
jóvenes delgados, pequeños, muchos con rasgos de timidez en la mirada. Lo
observan con atención y hasta admiración. En ese momento, llegan dos
periodistas, golpean la puerta. “Pasen”, expresa el hombre de
baja estatura y experiencia en sus palabras: “les dije a las 13 y son
las 13:30”. Los trata al igual que a sus alumnos, la vocación de enseñar
valores parece estar presente las 24hs del día. El periodista, rápido pone de
excusa el tránsito. El profesor, les dice que no hay problema, que se sienten
entre los alumnos. Ahora, estos dos forasteros parecen dos gigantes sentados entre
los muchachitos que aspiran a usar casco y emplear una fusta en el futuro. El
director, sigue explicando la primera regla de la casa: «las carreras las
ganan los caballos. Mi clave fue ponerme en el lugar del caballo, con eso crecí
como jockey. Quiero devolverles a los caballos todo lo que ellos me dieron y la
formación de ustedes es parte de eso…». Y continúa: «Esto no
es difícil, la llave que abre todas las puertas es trabajar todos los días,
entrenar a los caballos, en algún momento va a llegar la oportunidad. Pero
cuidado, cuando les llegue tiene que seguir igual, viniendo a trabajar
temprano, haga frio o calor. Siempre, sean consagrados o cuando todavía no los
conozca nadie ».
La primera
pregunta del periodista, luego de que terminó la clase, es la que haríamos casi
todos. ¿Por qué el cartel de “Las carreras las ganan los caballos”?:
« Es algo que aprendí con el tiempo. Hay caballos que son poderosos en
sus mensajes. Uno de ellos fue Durero – explica con un entusiasmo
pocas veces visto, como cuando Maradona detalla el paso a paso de su gol a los
ingleses en el 86. Tiene una sonrisa en el rostro inquebrantable-. Con
él gané el Clásico presidente de la República en Rosario. Llegaba a correr uno
de los mejores caballos del país, y a priori no había forma de ganarle. Corrí a
Durero porque su jockey se accidentó, era mi sueño correrlo, el sueño de mi
vida. Planifique la carrera haciendo una maniobra legal de taparle el paso al
favorito a la salida de la curva. Era la única forma, licita, de ganarle. El
destino hizo que salga todo a la perfección, tal cual lo había planificado.
Recuerdo textual el artículo del Diario La Capital del otro día: «Hay un nuevo
genio, se llama Durero, el cual tuvo a Héctor Libré al hábil jinete causal de
la victoria” ».
La repregunta
natural surge: Pero si en realidad, según el artículo y su planificación, la
ganó usted, ¿Por qué, entonces, le hizo entender que las carreras las ganan los
caballos? La respuesta, es contundente: «Esa noche me acosté y al intentar
dormir miré el techo del stud y pensé el porqué de la victoria Durero y ahí
entendí todo. Él es el que había tapado al otro caballo, él se metió entre
medio de caballos a lo guapo, él fue el que soportó al último adversario que
venía rápido, por fuera, a ganarle. En ese momento, entendí que la carrera la
había ganado Durero. Había hecho lo que yo lo pedí, sí, pero la había ganado
él. Por eso, siempre, las carreras las ganan los caballos.»
El caballo
Es imposible
hablar de que es un jockey y todas las aristas de su profesión si en primer
lugar no se logra comprender, al menos superficialmente, que es un caballo.
¿Qué es un caballo? No solamente los de carrera, sino todos. Los caballos en su
vida natural son presas, su naturaleza es ser una presa. Entonces, ¿Por qué
corre un caballo?: Porque se escapa. Se escapa porque tiene miedo que se lo
coman. Responde a su condición natural de presa. En la naturaleza del caballo
está correr. Es su primer mandamiento: correr. Por esto, siempre que se abra
una gatera, se caiga la correa del peón que lo lleve, quede entreabierta una
tranquera, se escuche un ruido fuerte o se haga un movimiento brusco, el
caballo va a correr. Primero va a correr, se va a alejar y luego va a pensar.
Al revés de los humanos: nosotros pensamos la mejor salida del problema y
después, si es necesario, corremos.
El caballo de
carrera, además de esta condición natural de presa, tiene el agregado de que
comienza el entrenamiento en una etapa muy temprana de su vida. Las primeras
carreras pueden ser cuando el caballo recién tiene dos años. Definitivamente,
estamos hablando de que comienza a entrenar siendo un bebé. El fin de esta
carrera deportiva, será aproximadamente, cuando tenga siete años. Teniendo en
cuenta que su tiempo de vida es de entre 25 a 30 años, comienza a correr como
un niño y se retira como un “adulto – joven”.
Es por esto, que
además de su condición de presa y asustadizo, el caballo es un bebé y requiere
un entendimiento total con su jockey. De esto, se encarga religiosamente la
EJAJC. Durante los primeros seis meses en la escuela, los alumnos lo único que
aprenden es del caballo. Esto es porque el jockey tiene que entender al
caballo, no necesariamente la composición anatómica exacta, sino comprender que
es un ser viviente, que puede tener altibajos como una persona, que siente
dolor y que aprecia el cariño. El jockey, elementalmente, tiene que saber cómo
está el caballo y entenderlo.
El director, agarra
un caballito en miniatura que hay apoyado arriba de su escritorio y
explica: «ustedes tienen que entender todo del caballo, lo tienen que
conocer con los ojos cerrados. Eso lo van a lograr si cuando suben, todos sus
sentidos están puestos en él. Tienen que escuchar su respiración: fuuu,fuuu,
fuuu; la posición de las orejas: si las tiene paradas está atento y contento,
si las tira para atrás está enojado; escuchar como respira cuando apoya las
manos, si se le corta la respiración es porque le duele algo; los cambios de
manos, el primer trote. El caballo, así, te va a decir “hola, me pasa esto”.
Ningún caballo corre, ni respira, ni camina igual a otro, conocerlos a todos
depende de ustedes» .
Los
Riesgos
Convivir con el
riesgo para los jockeys es algo natural. Rodadas, caídas, golpes,
caballos asustados que lanzan a sus jinetes por el aire. Algunas veces es solo
un raspón, sacudirse la tierra y seguir; otras un hueso quebrado y quedar
algunos meses sin competir; algunas caídas más graves los pueden dejar
inconscientes, que se apague todo en una carrera y amanecer en un hospital es
algo que los jockeys tiene que asumir como probable; y también la muerte, el
riesgo de vida está en cada una de las carreras que disputan.
Nunca, aunque el
caballo esté preparado de competir, un hombre de 50kilos puede llegar a
controlar del todo a un caballo de aproximadamente 500 kilos. Es decir, más
allá de la habilidad del jinete, si el caballo se decide a hacer algo, este no
lo puede parar. Más aún, si este animal de puro musculo, viene entregado
completamente a la velocidad y alcanza picos de 65 km/h.
Libré, sigue
hablando con los dos jóvenes periodistas, y ante la consulta por los riesgos,
pone la cara más seria de la tarde y con una expresión de preocupación en sus
ojos explica: «esta escuela asegura que se van a caer. El jockey es
necesario que se caiga por primera vez para saber si esto es lo suyo. Ahí
decide, si es más fuerte la pasión por el caballo y correr o el instinto de
conservación y retirarse. Para correr un caballo hay que tener algo de locura.
Después que dejé de correr, fui a ver una carrera al codo y al ver como venían
pensé “yo estaba loco, no sé qué hacía ahí adentro”. »
Hubo un momento
de la tarde en la que los ojos del director se pusieron vidriosos. Una pregunta
del periodista que más habla e indaga, pareció dejar atrás a aquel hombre
rustico y de carácter inquebrantable, pero que todo el tiempo tenía una sonrisa
en el rostro: «Cuando uno de los chicos se cae y vos estas ahí viéndolo
por televisión, se te viene el mundo abajo.
Los pibes son casi tuyos, después
de dos años enseñándoles cosas…». La voz se corta, pero a los segundos
afirma: «A uno le duele en el alma, pero es lo que ellos eligen, son
los riesgos que asumen, decidieron estar acá ». Un poco
escapando de es sentimentalismo que casi los hace verlos como un padre para
volver a su rol de docente, el cual tiene que dejar en claro todo el tiempo los
riesgos de la profesión.
El Peso
El último
capítulo, el más difícil. La balanza es el peor enemigo de los jockeys. Desde
el ingreso a la EJAJC saben que la balanza siempre tiene que responderles
positivamente, sino todo se derrumba. El peso es excluyente. El folleto que
muchos chicos sostuvieron en la mano con la esperanza de ingresar a la escuela
es contundente: el máximo es tener 19 años y pesar 50 kilos y así en forma
decreciente, 18 – 48; 17- 47 ;16 -46; 15-45. Además está laaltura ya que a lo
máximo que puede llegar a medir un futuro jinete es a 1.60mts.
En comparación
con el futbol y el boxeo, el turf tiene en sus jockeys historias similares y
hasta más crudas. Muchos de los alumnos de la escuela llegan del interior del
país. Chaco, Mendoza, Jujuy, etc. Miles de kilometros los separan de su
familia. Estos pequeños hombres, llegan “con lo que tienen puesto” y
un puñado de ilusiones. En Buenos Aires, los espera el gran sueño de cambiar su
vida y ayudar a su familia. Pero muchas veces, el enemigo más grande de este
sueño, es su propio cuerpo y ahí es cuando ocurre el gran problema.
La escala de
pesos es obsoleta. Es responsable hasta de suicidios entre los jockeys. El
someterse a no ingerir ni siquiera líquidos para no aumentar en peso, produce
deshidratación y esta da como resultado infinitos problemas. Hay casos, en
nuestro país, de jockeys que tuvieron que ser trasplantados y otros que
fallecieron en la espera.
En los últimos 8
años, veintisiete países cambiaron la escala de peso. Argentina no es ajena a
esto, Héctor Libré es la cabeza de un proyecto para el aumento de dos
kilos: «Para un jockey dos kilos significan por tomar un vaso más de
agua. No estamos hablando de comer algo, sino de poder tomar agua», explica
con desilusión.
El proyecto
nacional, tiene sus bases en lo ocurrido en Irlanda. Este país, uno de los
líderes en la industria del turf, está entre los cinco mayores criadores de SPC
del mundo. Allí, se aumentó en 1.8kg el paseo base, y se dispuso que nunca un
jockey puede montar a un caballo con menos de 52.61kg. Dos kilos, un vaso de
agua.
La balanza rompe
ilusiones y sueños, pero lo más peligroso es que llega a poner en riesgo
vidas. El jockey debe entender que contra su propia naturaleza es
imposible, pero también debería tener un acompañamiento. Libré, parece algo
rendido con el tema, insiste en que debería “caerse solo” y que los
hipódromos ya lo deberían haber tratado: «La escala de pesos tiene 160
años, está viejita. No existía ni la penicilina cuando la crearon.»
El llegar del
interior a San Isidro, pasar a vivir en un stud, estar lejos de tu familia y
sentirse solo, hace que la frase “la escuela es el segundo hogar”, se rompa. En
esos dos años donde el jinete se forma para salir a correr, la EJAJC pasa a ser
su casa. En ese hogar los esperan Héctor, Víctor, Juan, Miguel y todos los que
forman la escuela. También los espera ese enorme amigo de plástico, que nunca
los va a tirar ni va a escapar, con el que pasaron varias horas corrigiendo su
postura, el caballo mecánico. Pero, ante todo, los va a esperar ese cartel
que reza “Las carreras las ganan los caballos”, para que desde el primer día
los respeten, y entiendan que en esta profesión serán los únicos que nunca los
van a abandonar.
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