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lunes, 16 de julio de 2012

Marina Lezcano


Amada y discutida, Marina conserva en su haber el privilegio de ser la única jocketa ¡DEL MUNDO! en haber conseguido una cuadruple corona, hazaña que dado los tiempos que corren, de plata fresca y ventas rápidas, dificilmente pueda repetirse en un mediano plazo. 
En el humilde entender de quien escribe, por su condición de mujer, debió rendir examen en cada una de sus presentaciones, y hoy tiene guardada, ni mas ni menos, una página de gloria en la historia del Turf Argentino. 



Estudiaba piano, guitarra e inglés. Vivía en Lomas de Zamora junto a su padre que trabajaba en una editorial y su madre, profesora de inglés y francés. Después la familia se mudó al campo. Un día, camino a la escuela, quedó enamorada de un yegua gris llamada Tanita.
“Le insistí a mi papá hasta que me la compró”, recuerda la mujer que es leyenda en el turf argentino. Tal vez ese día nació por segunda vez Marina “Muñeca” Lezcano: la única jocketa en la historia nacional en ganar la cuádruple corona (Polla de Potrillos, Jockey Club, El Nacional y Carlos Pellegrini) en 1978 al mando del caballo Telescópico.
Marina en TELESCÓPICO 
Hoy Marina vive en San Luis con su marido Hugo Gutiérrez y sus hijos Eduardo, Andrés y Trinidad. Está a cargo de la Escuela de Jockeys del Hipódromo La Punta. Su historia es más vigente que nunca.
-¿A qué edad empezó a correr?
-Yo empecé a correr de muy joven, cuando no se les permitía el ingreso a las mujeres a la pista. Por eso, al principio competía en cuadreras. Después, en los hipódromos nos dejaron correr entre mujeres. Debuté a los 17 años. Con el tiempo ya competíamos con hombres. El turf era y es un mundo machista. A veces a algunas chicas les dan caballos y se los sacan en carreras importantes, para que los corran hombres. Porque dicen que los hombres tienen más fuerza.
-A usted, en el ambiente del turf, la conocen como “la Muñeca”, ¿quién le puso ese apodo?
-(Ríe y se sonroja) Uh, sí. La verdad es que no me acuerdo exactamente quién me lo puso. Los medios de prensa me empezaron a llamar así. Un periodista de Crónica también me llamaba “Manzanita”, porque siempre estaba colorada.
-¿Qué sintió en 1978 cuando ganó la cuádruple corona en el Gran Premio Carlos Pellegrini?
-Cuando gané la cuádruple corona no tenía mucha conciencia de lo que había logrado. Tenía 21 años. No tomé la dimensión que después iba a tener. En la historia del turf sólo la ganaron diez caballos. En este ambiente lo peor es creérsela. Es un mundo muy parecido al boxeo. Cuando uno gana se acerca mucha gente. Después no queda nadie.
-¿Cómo era Telescópico, su caballo ganador?
-Era un animal con mucha clase. El día que corría le daban la comida y él no comía, porque sabía que iba a correr cuando lo acomodaban y lo arreglaban. Se quedaba tranquilo, como concentrado. No le gustaba que le pegaran con la fusta cuando competía. Si le pegabas frenaba. Recuerdo que yo siempre le cantaba y él se tranquilizaba. Es muy importante que el caballo disfrute mientras trabaja.
-¿Qué son los caballos para usted?
-Para mí los caballos son todo. Finalmente se convirtieron en todo para mí. Cuando uno entra en este gremio es muy difícil salir. A veces me preguntan si mi hija Trinidad va a ser jocketa. Yo les digo que no sé. Por ahí tiene otra vocación. Depende de ella, todavía es chica.

-Y el turf, ¿qué significa en su vida?
-El turf ha sido y es mi vida. Desde demasiado joven. Las charlas con mi marido son casi siempre de caballos. Podemos empezar hablando de cualquier cosa pero siempre terminamos en el turf. Nos conocimos a caballo y seguimos a caballo. Marina aún recuerda la cara de su madre cuando le contó que iba a dedicar su vida al turf: “Casi se muere. Pobre”. Nadie podía imaginar que esa niña de clase media, de Lomas (una de las capitales del hochey sobre césped y del rugby) terminaría en Palermo y San Isidro derribando rivales en la pista. Esa leyenda viva, de apenas 54 años, es la única jocketa que conquistó el Gran Premio Nacional dos veces. Después de obtener la cuádruple corona, en 1978, nadie en Argentina pudo alcanzarla, hasta la actualidad. Es como si el mundo del turf no se atreviera a sacar de la vitrina el logro de la jocketa que dejó las pistas en 1989. Esa niña que un día, rumbo a la escuela, conoció el amor por los caballos. “Muñequita de oro”, el tango que le dedicaron Carlos Mayel y José Paradizo, es uno de los tantos homenajes que le hizo el pueblo argentino. Humildad, sonrisa y simpatía: Marina Lezcano.
Fuente: Diario de la República


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