El Día de la Tradición se
celebra el 10 de noviembre en Argentina, en honor al nacimiento del escritor
José Hernández, autor del poema gauchesco Martín Fierro, el relato en forma de
verso de la experiencia de un gaucho argentino, una vez que es echado de su
rancho y llevado a la frontera por el gobierno.
En este día se pone en relieve los valores culturales comunes a todo el territorio. Así, se considera tradición a un conjunto de costumbres, valores y creencias compartidas por una sociedad. Es la tradición, transmitida de generación a generación lo que con el tiempo, crea la identidad de una comunidad.
En este día se pone en relieve los valores culturales comunes a todo el territorio. Así, se considera tradición a un conjunto de costumbres, valores y creencias compartidas por una sociedad. Es la tradición, transmitida de generación a generación lo que con el tiempo, crea la identidad de una comunidad.
El caballo, parte esencial de la tradición
Por F.
Romero Carranza
El gaucho
y su caballo han sido elementos inseparables en la historia de la Argentina,
pero así como todos saben algo del gaucho, pocos conocen el origen, la difusión
y la realidad actual de ese caballo. Por eso, trataré de resumir su larga
historia, aclarando que lo llamaré criollo al igual que a los primitivos
pobladores, hijos de españoles nacidos, criados y adaptados al suelo americano.
Hoy
nadie discute que cuando Cristóbal Colón desembarcó en la isla de Guanahani ya
no había caballos en el Nuevo Continente. Esa tierra, bautizada luego como
América, fue en pretéritas eras geológicas la cuna del género
"equus", de donde evolucionó el "Equus caballus", especie
que domesticaron los pueblos asiáticos, africanos y europeos.
Las
razones de la desaparición del caballo en América son aún desconocidas; no
obstante, el hallazgo de ciertas especies fósiles en estratos geológicos
cuaternarios motivó que ciertos naturalistas pensaran que en algunas regiones
de América del Sur ese caballo habría sobrevivido y evolucionado, constituyendo
una nueva especie al cruzarse con los caballos españoles importados por los conquistadores.
Las
investigaciones científicas posteriores y los análisis comparativos de los
esqueletos hallados determinaron que ese équido primitivo tenía una
conformación más parecida a la cebra o al hemión que al caballo, y que en sólo
tres siglos de evolución no habría podido transformar sus particulares características
morfológicas en las que presentaba el caballo salvaje de las pampas en el siglo
XIX.
Tanto
Colón como los posteriores adelantados consideraron imprescindible incorporar a
este animal para la realización y consolidación de la conquista.
Las corrientes introductorias
En 1493,
Colón llevó caballos a Santo Domingo, que después pasaron a Jamaica. En 1511,
Diego de Velázquez los introdujo en Cuba, luego pasaron a México y fueron la
base de los utilizados por Hernán Cortés en la conquista del Imperio de
Moctezuma.
En 1520,
Gonzalo de Ocampo los llevó a Venezuela en la busca infructuosa del imperio de
El Dorado: estos ejemplares fueron la base del pequeño, ágil y duro caballo
"llanero".
Francisco
Pizarro conquistó, en 1531, el Imperio de los Incas, llevando animales al Perú
y Ecuador. Diego de Almagro los incorporó a Chile en 1535; una de las últimas
introducciones fue la de Juan de Oñate, en 1597, en California.
La
génesis del caballo criollo de las llanuras del Plata se atribuye generalmente
a la introducción que efectuó Pedro de Mendoza, en 1536. En 1541, Alvar Núñez
Cabeza de Vaca los llevó a Asunción del Paraguay; posteriormente, Diego de
Rojas y Núñez de Prado trasladaron equinos desde el Perú hasta la actual
provincia de Tucumán.
Cuando,
en 1580, Juan de Garay intentó con éxito la segunda repoblación de Buenos
Aires, existían numerosas manadas vagando en libertad en las cercanías de la
ciudad. Como el adelantado no podía ofrecer a los nuevos pobladores ni oro ni
plata ni encomiendas de indios en una tierra casi desértica, pidió a su
superior "hacer merced a los nuevos pobladores, del ganado caballuno
abandonado por don Pedro". La respuesta fue favorable a su pedido.
¿Qué caballos trajeron?
El
caballo español que trajeron los conquistadores a América nada tiene que ver
con el actual caballo andaluz. Podemos definirlo como un caballo ibérico
producto del trasiego de caballadas africanas berberiscas y peninsulares, sin
influencia de razas pesadas europeas y, contrariamente a lo que se cree, sin
sangre árabe en sus orígenes.
Este
caballo, forjado en la lucha de seis siglos entre moros y cristianos,
abandonado luego en las llanuras americanas, donde la selección natural durante
cuatro siglos más le dio resistencia, longevidad, rusticidad y adaptación al
medio, es el que generó la "raza del caballo criollo".
Al igual
que en el norte de América, los indios del extremo sur del continente se
convirtieron en guerreros y cazadores de a caballo y asolaron con sus avances
poblaciones y estancias que se encontraban a menos de cien kilómetros de Buenos
Aires, pues su botín de caza era el ganado.
Eclipse parcial
Los
gobiernos alentaron el "mejoramiento" de las especies domésticas
criollas, introduciendo reproductores de Inglaterra y de Francia. Los nuevos
dueños de las tierras alimentaron un incomprensible rechazo a lo criollo.
El
heredero local del caballo español, tan útil para las tareas ganaderas, no
servía para el tiro liviano de carruajes o pesado de arados y fue mestizado con
Percherón, Shire, Hackney, Clydesdale y otras razas de trote y trabajo, cruzado
con sangre pura de carrera inglés y árabe para producir caballos de carrera y
deporte.
Algunas
poblaciones criollas de la pampa y la Mesopotamia se salvaron de la mestización
y se convirtieron en la herramienta indispensable para las tareas ganaderas.
El
gaucho, ese personaje criollo o mestizo, que es hoy el arquetipo histórico del
hombre rural seminómada de la llanura rioplatense, que floreció en los siglos
XVII y XVIII como hábil jinete, diestro enlazador y boleador, que fue la mano
de obra para las matanzas de ganado cimarrón durante la colonia, soldado en las
guerras de la Independencia, montonero durante las guerras civiles, milicia en
la lucha contra el indio, arriero de vacunos y, finalmente, capataz o peón en
las estancias, sometido a la rutina del progreso y a la prisión del alambrado,
fue el elemento humano que mantuvo y perfeccionó su relación con el caballo
criollo.
A
principios del siglo XX, el progreso alcanzado por la Argentina había atentado
contra la memoria de su herencia hispánica y hecho recrudecer la desaprensión
por lo criollo.
El
rescate de la raza fue iniciado por Emilio Solanet, que se enteró de la
existencia de caballadas criollas intactas en poder de ciertos caciques indios
al sur de la Patagonia. En 1923, se fundó la Asociación de Criadores de
Caballos Criollos, institución que elaboró un estándar de la raza. A partir de
ese momento comienza la selección y difusión del caballo criollo y se logra
recuperar el prestigio de la raza.
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