La crisis de la industria de los caballos pura sangre llegó
a los haras más chicos del país debido a los altos costos que tienen que pagar
en materia de fletes, veterinaria y cuidadores para los potrillos. El ingeniero
Jeremías Font, propietario del Haras Chiapill de Trenque Lauquen, en la
provincia de Buenos Aires, explicó cómo se llegó al límite en que muchos haras,
fuera de los circuitos más importantes, deben conformarse con cubrir los gastos
de crianza y "salir hechos".
La brecha entre los haras grandes y los chicos es el principal
problema que tiene los criadores a la hora de mejorar la cantidad de ventas de
potrillos. “La situación económica, como todos saben, no es la mejor, y como
que la gente opta por no gastar un peso. El que opta por gastar en un caballo
va a lo seguro y compra en los haras grandes”, explica Jeremías quien asegura
que la venta está complicada y eso ha hecho que disminuyan la cantidad de
nacimientos en toda la región. Para agravar la situación, el costo de los
servicios subió altos porcentajes y “la veterinaria se fue por las nubes”,
explica.
A pesar de que la pasión por los caballos es algo que continúa en
buena parte de la sociedad, los fanáticos están mermando lo que hace que las
ventas de pura sangre están en picada en las zonas alejadas de Buenos Aires. “A
los haras chicos nos perjudica mucho la distancia hasta Buenos Aires, los
mejores haras y caballos están en la zona de Areco y Luján. Nosotros hemos
vendido caballos desde Caleta Olivia a Tucumán y la lucha siempre es el flete
porque se ha puesto caro por el precio del gasoil”, explica Jeremías. Los
criadores menos privilegiados muchas veces se encargan ellos mismos del flete,
cuando en el pasado el comprador no dudaba en comprar el caballo y llevárselo
por su cuenta.
Esta diferencia también se nota en los precios de los caballos, ya
que en los remates en Buenos Aires los potrillos pueden llegar desde 50.000 a
un millón de pesos, mientras que los remates del interior más alejado los
precios rondan entre los 25 y 35 mil pesos, siempre financiado. “Si yo vendo un
potrillo en Buenos Aires alcanzo los 25 mil pesos, entonces todo lo que gasté
para criarlo queda ahí. Esa cuenta no la hago, porque uno hace esta actividad
por hobby pero no se busca perder plata. Si quedamos
hechos, mejor”, dice.
El ingeniero Font cree que la mejor manera de empezar a solucionar
los problemas de los haras como el suyo es que todos los criadores de la zona
se junten y organicen remates con uno o dos potrillos por criadero, apuntando a
los compradores locales y no ya a los hipódromos de Buenos Aires. Cabe destacar
que hoy por hoy el costo del flete, la comisión y los gastos varios para mandar
un potrillo a los remates bonaerenses, no baja de los 10.000 pesos
Para él, una de las soluciones podría ser apuntar a las carraras
cuadreras, que es un mercado que se mueve muy bien en la provincia de La Pampa
y sur de Córdoba, como en muchos otros lugares del país. Las cuadreras,
relacionadas estrechamente a la vida rural, es un deporte que atrae a la gente
de campo y en donde, al no haber premios, los criadores viven de las apuestas.
“Hay haras que apuntan a las cuadreras, han traído padrillos adecuados a esa
actividad y les está yendo muy bien. Hay gente que apunta a eso y le va bien”,
explica Jeremías.
Pero para Font los criadores necesitan mucho más que carreras
cuadreras para salir del pozo en el que han entrado. Si los dueños de los
pequeños criaderos de pura sangre y, de los que están fuera del circuito
quieren que las cosas se encarrilen y que la actividad deje de ser un
entretenimiento y vuelva a ser un negocio, debería haber medidas concretas que
los defiendan. Font cree que la forma de que ellos puedan crecer es que parte
de los premios vuelvan a los criadores y no queden sólo en los propietarios.
“Eso sería una buena solución”, explica, “pero eso no depende de nosotros, sino
que es una cuestión que deberán dirimir la Asociación de Propietarios y Lotería
de la Provincia”.
GENTILEZA: EL
DIARIO DEL JUEGO
No hay comentarios:
Publicar un comentario