La reunión norteña de este viernes estaba condenada de movida por su extraña concepción, devenida de posiciones antagónicas, y acaso irreconciliables si no prima en adelante una enorme buena voluntad.
Se conocía de antemano que muchos SPC habían sido inscriptos de relleno por quienes, en los últimos años, han anulado sistemáticamente llamados para ejemplares de 3 años y cotejos estelares con 5 ó 6 anotados; pero ahora conformaron pruebas de apenas 3 ó 4 caballos, borrando con el codo lo escrito con la mano.
El mar de fondo se respiraba desde varios días atrás, el malestar de los profesionales es elocuente con decisiones y declaraciones antipáticas de ciertos dirigentes, en la víspera hubo aprietes a algunos jockeys para que se presentaran a correr, y está claro que siguiendo por la vía de la férrea confrontación no existirá salida posible.
San Isidro garantizó una cita turfística que, con un criterio de cariz conciliatorio, debería haber cancelado con antelación al leer la contundente respuesta de la actividad a la primera anotación. Así, la soberbia, la insensatez y la ausencia de un diálogo maduro volvieron a tirar por tierra el trabajo de miles de personas ligadas a la hípica.
El Turf argentino agoniza. Y urge su reconstrucción, cambiándole, además del desgastado formato, a los responsables de conducirlo hasta el borde del abismo.
Pablo F. Gallo
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