Maradona en Palermo, en la entrega de premios del Nacional de 1996, cuando Refinado Tom ganó la Triple Corona, con Jorge Valdivieso |
Por: Carlos Delfino – Diario La Nación – Fotos: Diario La Nación
Diego Maradona siempre consideró al
caballo como "el animal más lindo que existe". En su infancia, en
Villa Fiorito, los veía pasar y se ilusionaba con tener uno. No había límites
para su imaginación ya por entonces, y más allá de la pelota de fútbol. Uno de
sus tíos vendía carbón y aquel "grandote y patón de carro" -como lo
recordaba el hoy DT al potro hace un tiempo en una entrevista televisiva- era
el compañero perfecto para salir a ofrecer la mercadería y volver con plata
para la comida a la casa familiar.
Pelusa nunca logró montar a aquel caballo. Debió esperar hasta
la década del '90, sobre el final de su trayectoria como futbolista, para darse
el gusto cuando se compró un campo en el oeste del Gran Buenos Aires, sumó
algunos criollos (y otros petisos para sus hijas Dalma y Giannina) e hizo
construir unos boxes. Para entonces, comenzaba a disfrutar de otros, los de
carrera y como propietario. Hasta unos años antes, lo más cerca que había
estado de un hipódromo había sido en Italia, cuando el de Agnano, uno de los
más antiguos de ese país, fue una de las zonas elegidas para trabajar en lo
físico al aire libre en su preparación para México 1986, mientras jugaba en
Napoli. "Era un lugar amplio, con mucho verde y muy tranquilo por las
mañanas", recuerda Fernando Signorini, que era su preparador
físico por entonces.
Aquellas hectáreas en suelo bonaerense, inmerso ya en el mundo
del turf argentino, fueron el centro de reunión con jockeys, entrenadores,
criadores y otros propietarios. Y lo que no podía faltar: partidos de fútbol y
asados, como aquel 7 de enero de 1992, cuando sus días felices en suelo
napolitano eran historia y Sevilla aparecía en el horizonte. "Diego jugaba
de 2 y con los botines desatados. Nos divertíamos mucho. Esa mañana vi por
primera vez a un tipo con una cara de felicidad tremenda porque le habían hecho
un caño. (El cuidador) Dany Etchechoury, al que se le habían roto
las zapatillas y se la emparcharon con una cinta, quiso sacarle la pelota
cuando salió jugando y Maradona le metió un túnel bárbaro. Dany se quedó
sonriendo en el lugar", recuerda Pablo Díaz, que por entonces
tenía 22 años y estaba dando sus primeros pasos en la cuida. Su hermano Ignacio
también protagonizó otra anécdota. "Nacho, que era muy rústico, lo cruzó abajo,
pero le sacó una pelota limpita, y todos lo aplaudían y lo felicitaban. A la
jugada siguiente, Diego le puso el cuerpo y él se lo llevó puesto. Desde el
piso, Maradona le decía 'no, nene, así no' y todos empezaron a mirarlo serio,
como recriminándole que lo había partido. Le pusieron hielo,
llamaron a un traumatólogo para que lo vea y Nacho, que empezaba a sentirse mal
por eso, le fue a preguntar si estaba bien. Diego, sonriendo, le respondió que
sí, pero que estaba cansado y quería terminar el partido. En las horas
siguientes, cada vez que lo veían cerca de él, aparecía alguno para separarlo,
cargándolo de que le iba a pegar otra vez", revive Pablo.
y entrenadores, entre ellos Jorge Valdivieso |
Ese día, el padre de Diego fue el asador y Claudia
Villafañe, todavía su mujer y con Giannina en brazos, se desvivía igual por
atenderlos a todos. Maradona, retratado todo el tiempo, pidió una cámara luego
del almuerzo y dijo que él también quería sacarles fotos. Y así lo hizo, parado
sobre un banco. Por la tarde, incluso, un grupo de padres de un colegio de la
zona fue a jugar contra el equipo de Diego y al lado de la cancha estaban todos
sus hijos, con el uniforme blanco, cantando como si estuvieran en la cancha.
Ya campeón del mundo y en aquella ostentosa boda en el Luna
Park en 1989, uno de los regalos más extravagantes había sido la mitad de una
potranca nacida en la cuna de Yatasto, la máxima celebridad argentina de cuatro
patas del siglo pasado. Se la bautizó Dalma Nerea, como su primogénita, y fue
la que lo insertó a Diego al mundo hípico, al que estaría ligado hasta 2001,
durante toda la década que duró la convertibilidad, cuando el peso argentino
equivalía un dólar. La alazana, cuya otra mitad conservó su criador, Héctor Del
Piano, apenas llegó a correr una vez, el 17 de abril de 1991, pero lo hizo muy
mal y fue retirada de la competencia y destinada a la reproducción, donde dio a
luz cinco crías, todos machos a los que Maradona bautizó Diegol, Nob, Nico,
Guillote y Cani.
El primer triunfo de Maradona en las carreras, con Midri, guiado por Jorge Valdivieso |
El primero de ellos, un auto homenaje al llevar uno de sus
apodos, consiguió seis triunfos, cinco en Palermo y otro, el mejor de todos, en
el GP Joaquín V. González, el 18 de noviembre de 1997. Aquella tarde, de fiesta
en La Plata, Maradona siguió el clásico desde su casa en Villa Devoto. Nob -una
referencia a su paso por Newell's- nunca ganó, como la madre y como Genioan,
Lechuzón, Punk Style, Mister Cuadro, Dalgian y Babour. Nico venció en dos
ocasiones, las dos últimas que corrió, en La Plata, en diciembre de 2001.
Guillote (por Coppola) y Cani (por Caniggia) jamás corrieron.
Todos ellos pasaron por el stud La Bombonera, cuya
identificación en las pistas era una chaquetilla azul con brazales y gorra
amarilla, los colores de Boca. Y hubo otros, de otras corrientes sanguíneas y
buenos rendimientos. Con Midri logró sus primeras cuatro victorias, una en San
Isidro y tres en Palermo. "Aunque sea mío, no lo puedo subir. Se lo dejo a
Valdi", bromeaba Maradona, por aquellos días. Valdi es Jorge
Valdivieso, el Maradona de la fusta de ese momento, que le montaba los
caballos cuando sus compromisos se lo permitían. Y sucedía seguido. El debut
triunfal del potrillo fue el 18 de enero 1992, en San Isidro; a continuación,
terminó segundo en un clásico para productos y completó cuatro primeros puestos
en tres temporadas. Persuasivo Fitz ganó tres en San Isidro, incluso el Pedro
Chapar (G3) en septiembre de 1998, y otra en Palermo, antes de ser vendido. Muy
Enamorada se impuso en dos ocasiones. Entre todos corrieron 101 carreras.
Ganaron 18 veces y acumularon premios por 194.869 pesos.
"Nunca pensé que iba a estar tan cerca de él y menos que
íbamos a terminar siendo dueños de un caballo, porque Juan Carlos Bagó nos
regaló uno e hicimos una sociedad entre los tres", confía Valdivieso, hoy
juez en el Comisariato de San Isidro. Era Persuasivo Fitz, al que Bagó crio en
Firmamento y luego fue vendido a los Emiratos Árabes. "Nos divertíamos
mucho. Es un crack como persona. Creo que en el hipódromo no sentía tanto ese
acoso de ser Maradona y que todos lo persiguieran", dice, casi como
pensando en voz alta.
Trae recuerdos de aquellos tiempos que lo avalan. "Vino
cuando la Gremial de Profesionales inauguró la cancha de paddle. Lo invitamos y
no dudó. Después, ya como DT, volvió con los jugadores de Mandiyú a una comida
y unos días más tarde, me quebré la tibia y el peroné en un accidente, se
enteró y apareció por la habitación en la que estaba internado. ¡El revuelo que
era ese sanatorio!", repasa Valdi, hincha xeneize. "Los jueves nos
juntábamos algunos jockeys y entrenadores por la zona de Martínez a jugar a la
pelota, nos abrigábamos para transpirar y a los 40 minutos ya nos tirábamos
todos al piso. Había una particularidad: era los de Boca contra los de River.
Un día, le dije a Dany Etchechoury que el próximo partido íbamos a jugar por
algo. Lo llamé a Diego y le propuse que viniera de sorpresa. Enseguida se
enganchó. Nos encontramos en una confitería, donde se empezó a acumular gente,
y llegamos al club cuando todos se estaban cambiando. Él entró al vestuario
saludando normalmente, pero a medida que iban levantando la cabeza los que
estaban ahí se empezaban a codear y vos veías lo que eran esas caras. Fue una revolución
el lugar. Pero, además, se cansó de hacer goles. Las de él iban todas adentro,
las de todos los demás estallaban contra el alambrado. Ya en un momento, los
escuchabas que decían «no erra una» o «los hace porque lo dejan solo». Se
quejaban. Al final no jugamos por nada, pero ganamos por goleada", amplía,
y se ríe mientras lo revive. Maradona y Valdi perdieron contacto más adelante.
El ex jockey, asegura, más de una vez pensó en visitarlo en algún lugar.
Midri, con Jorge Valdivieso, en su despedida de las pistas; fue el primer caballo importante de Maradona |
Cuando Diego comenzó a ganar carreras, el peruano Jacinto
Herrera había llegado para discutirle el trono a Valdivieso. La
primera vez que él montó a Midri, ganaron en Palermo. Maradona no siempre iba a
ver las carreras, pero estuvo ese día. Le corrió unas pocas veces más el
limeño. Tiempo después, Herrera estaba cenando en familia en Las Cañitas, Diego
llegó al restaurante y se dio una escena particular. "Les dije a mis hijos
Carolina y Rafael, que tendrían unos 8 y 10 años, si querían conocerlo y se
ilusionaron. Maradona estaba con Coppola y (Carlos) Bianchi, con su esposa y su
hija Brenda. Yo fui detrás y esperaba que dejara de hablar, para no
interrumpirlo y pedirle que saludara a mis chicos. Coppola me preguntó qué
necesitaba y cuando le dije que era para saludar a Diego, él levantó la mirada
y me dice 'Jacinto querido, ¿como éstas?' y de pronto, en la punta de la mesa,
la hija de Bianchi se largó a llorar porque se acordó de que su abuelo la
llevaba a ver las carreras cuando era chica. Se generó un clima divertido
porque al final Carlos le recriminó, con humor, que no había llorado por él
cuando Vélez ganó la Copa Intercontinental y lloraba por mí", revela
Jacinto, actualmente en los Estados Unidos.
Ignacio Correas fue el primer
entrenador de sus caballos. Lleva casi dos décadas en tierra norteamericana y
acaba de vivir su mejor temporada allí. A la distancia, se le apilan los
recuerdos de aquellos tiempos al lado de Diego. "Después de comer un asado
un mediodía en el stud, se sacó la primera foto con la camiseta de Sevilla y
fue ésa la tapa de Marca al día siguiente. Fue toda una sorpresa para nosotros.
No sabíamos nada. Una noche hicimos una comida, vino (el actor egipcio) Omar
Shariff y Maradona cantó unos tangos hasta las 3 o 4 de la mañana con
Julia Elena Dávalos, las Guitarras Argentinas, el Chino Martínez y el Payita
Díaz. Le gustaba venir, y cantar, y también fue un par de veces al haras y se
quedó", relata, casi como pensando en voz alta.
Ignacio Correas y el actor Omar Shariff |
Su amigo Jorge Mayansky Neer tomó la posta de
la preparación de los caballos. Toda una paradoja: es un fanático de River el
cuidador que obtuvo la última estadística de Palermo. "A mi hijo más chico
le puse Diego por él, y casi le pongo Diego Armando", confiesa quien
recuerda de Maradona "su memoria prodigiosa" y ansía volver a
encontrarlo en algún momento. "Venía al stud con la familia. Tenía más
contacto con Coco Villafañe y Carlos Fren, que seguían más el día a día de los
caballos, pero tengo presente que era muy apasionado y cuando no iba a las
carreras y ganábamos con alguno, enseguida me llamaba", añade, y cita al
que era su suegro y al ex futbolista y DT, que formó dupla con él cuando
dirigieron a Mandiyú y Racing. "El día siguiente al que Diegol ganó el
Grupo 1, hizo un asado en el stud y bromeaba mucho con todos, como siempre",
repasa el preparador. Junto a él, en una mesa en la Tribuna Oficial de Palermo,
vio el Gran Premio Nacional de 1996, por ejemplo.
caballos de su padre, junto al entrenador Jorge Mayanksy Neer |
Aquel emblemático 9 de noviembre, Refinado Tom ganó
el Derby, tras haberse impuesto en la Polla de Potrillos y el Jockey Club, y
obtuvo la Triple Corona. Ninguno volvió a lograrlo en la Argentina. Diego fue
quien le entregó la copa a su amigo Valdivieso, el jinete del campeón, rodeado
de una multitud. Mucho más cerca en el tiempo, mientras vivió en Dubai, el
hipódromo fue un punto de encuentro cada fin de marzo durante las grandes galas
para Diego. Allí siguió desde un palco las carreras en Meydan, el último
construido en el Emirato, donde se corre la serie millonaria en la que todos
quieren competir. En La Plata, a espaldas del banco de Gimnasia, vuelve a estar
muy cerca, a un puñado de cuadras, de otro de los amores de su vida, los
caballos.
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