La historia es
cierta, aunque parezca mentira. Está chequeado y figura en el Libro Guinness
como el único jockey que ganó una carrera después de muerto.
Un periódico de la época lo retrata entre sus sucesos |
Frank
Hayes era un simple mozo de cuadra, como se definía a las personas que
prestaban servicios en las caballerizas, con el sueño de ser jockey real. Allá
por 1923, la vida de Hayes pasaba por los studs Belmont Park, donde sólo
montaba en los ejercicios matinales. Tenía 35 años y poco tiempo para hacer
realidad lo que quería.
De tanto
insistir, un día logró que un dueño le diera una monta, a pesar de no tener
experiencia. Sweet Kiss fue la yegua a la que le confiaron, principalmente
porque no tenía ninguna chance de vencer.
La carrera era
sobre 3200 metros, con doce obstáculos en el recorrido.
Cuanta la
historia que un jockey novato y entrado en años y una yegua poco afecta a hacer
atletismo, daban como resultado un sport de 20 a 1. Regalar la plata a los
pobres era mejor.
Al
comenzar la carrera ocurrió lo inesperado. Hayes y Sweet Kiss estaban en la
delantera y siguieron así hasta la primera milla, donde el caballo favorito le
fue a pelear la posición.
Desde las tribunas, el pueblo turfista entendió que
Haye ya podía dar por cumplido su sueño y que la competencia transcurría desde
entonces ya por trenes naturales.
Pero
ocurrió que Swiss Kiss cada vez corría más rápido, hasta que el último
obstáculo se notó que empezaba a sentirse molesta y galopaba con dificultad. No
obstante, pudo cruzar la línea primera para alegría de solo unos pocos.
Inmediatamente
todos corrieron a saludarle, pero advirtieron que Hayes no se levantaba de la
montura y estaba virtualmente acostado sobre su pescuezo. Al revisarlo los
médicos descubrieron que estaba fallecido. El certificado médico consideró que
había tenido un paro cardiaco en los últimos metros de la contienda.
La historia es
tan real como increíble y figura en el Libro Guinness de los récords como el
único hockey que logró ganar una carrera luego de muerto.
Gentileza / Don
Guima
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