Fuente: Diario LA NACION
Jockey casi por azar, premiado por ser el mejor aprendiz y ahora protagonista de la fiesta del 1° de mayo en Palermo… Un caballo de andar dolorido fue el punto de partida del camino que llevó a Gustavo Nicolás Villalba, de 20 años, a obtener el premio Pellegrini al mejor novato de 2016, ganar clásicos y ser una de las figuras de la gran del República Argentina.
Gustavo Nicolás Villalba |
Se llama Gustavo pero le dicen Nico, por su segundo nombre. Para la tribuna, en el momento de los gritos que enciende un final, es simplemente "Villalba" o "¡Villalba viejo nomás!". Tiene 20 años y ya es jockey. Una ráfaga de triunfos lo llevó de 0 a 120 carreras ganadas, con lo que se graduó en cinco meses y medio.
El chico de San Pedro monta caballos de carrera desde los 15 y tendrá su bautismo en una gran jornada cuando salga a correr a la potranca Giuliet Seattle en el Gran Premio Jorge de Atucha, el primero de los cinco clásicos de Grupo 1 que el turf se acostumbró a ofrecer cada 1° de mayo a una multitud que excede los márgenes burreros. Casi la única actividad deportiva de la fecha. "Es una potranca de Carlos Bani. Debutamos ganando hace un mes, bien, y ahora tenemos todas las expectativas. Los pronósticos la dan de enemiga. Trabajo con Bani desde que estaba en la escuela y ahora más que nunca", relata este morocho de 1,60m ("hace mucho que no me mido") en el Paddock de Palermo, el hipódromo que vivirá su gran fiesta.
Pero Villalba está curtido, en un curso acelerado que incluye triunfos en las categorías más altas y, sobre todo, por el hecho de haber sido elegido Aprendiz del Año en 2016, la máxima distinción en las carreras. "El Pellegrini fue una alegría; estuve en la terna con dos compañeros que salieron conmigo, Cristian Montoya y Emiliano Siniani. Todos pensaban que iba a ganarlo yo", comenta, sin petulancia.
Hace cinco años, un
hecho fortuito le había apurado el destino: "Mi familia tiene caballos de
andar, de trabajo, yo ni conocía los de carrera. Se dio que teníamos que curar
a uno y no conseguíamos el medicamento, entonces fui al stud de Horacio
Armendáriz y le pregunté si podía tratarlo; con él empecé a relacionarme con
los puros. Tenía 10 años, pero recién a los 15 me dejaron montarlos. El
cuidador [Armendáriz] siempre me enseñaba y me decía que me anotara en la
escuela. Él mismo me inscribió, me trajo y me dejó en el stud de Luis Fragale,
que me dio trabajo. Vivía en el stud. Al otro día de entrar en la escuela
cumplí los 16."
Un vértigo como el del caballo que alcanza los
60 km/h también se mete en ese aprendizaje de Villalba. "Estuve dos años
en la escuela, porque nunca había corrido y en mi camada había chicos más
adelantados, Iván Monasterolo, Diego Acuña, que ya tenían estadísticas ganadas
afuera. La escuela te manda a correr al interior los domingos, Azul, Tandil y
Entre Ríos, traés el video y en clase te corrigen. A medida que vas
evolucionando te van dando chances y cuando estás listo salís. En el interior
es una competencia sacrificada, muy riesgosa, se corre con más pica. Acá más
prolijo, más profesional; aquí todos tienen sus cosas [habla de las mañas],
pero hay mucha calidad. Gané varias carreras en el interior".
Villalba en una de sus tantas entradas triunfales al pesaje del Hipódromo de Camba Paso. |
Héctor Libré, director
de la Escuela de Aprendices de San Isidro, le soltó las alas y otra vez lo
inesperado. "Iba a debutar con una yegua de Armendáriz en Palermo y vine
un rato antes con mi familia; era la 8ª carrera. Pero en la 6ª faltó el jockey
para un caballo de La Plata de Edgardo Mondazzi, que venía corriendo poco.
Mondazzi, que ni me conocía, me preguntó si ya había corrido y le respondí que
debutaba en la 8ª. «Bueno, cambiate y corré al mío», me dijo. Te imaginás la
emoción, llegaba la hora". El cuento puede cerrar así, el estreno se
anticipó una hora. Pero no. "Ese caballo terminó ganando y con la yegua de
Armendáriz entré segundo después. Se llama Lord Voldemort -cómo
olvidarlo-". El epílogo de la historia es casi de guión para el cine.
"Al final gané la primera con Mondazzi. y me recibí de jockey con un
caballo de él, en La Plata", revela Nico. La victoria 1 y la 120, las más
importantes de su vida, tienen a un mismo entrenador como hilo conductor. Un
cuidador que conoció en el hipódromo y que cinco meses y medio más tarde ya se
parecía a un padre.
Villalba junto a Emiliano Siniani en la entrega de los Premios Pellegrini |
"Pudo ser en menos
tiempo [la graduación], porque estuve cinco días en un campeonato de aprendices
en Brasil (fue 3° en una de las carreras) y diez días después me llevaron a
Dubai, para seguir el torneo en Abu Dhabi, con caballos árabes; ahí sólo
participamos", desmenuza sin magnificar el dato, sin sentirse un elegido;
no un elegido de los dioses, al menos, sino por gente más terrenal.
"Teníamos que ir al campeonato uno de los cuatro que egresamos juntos,
Montoya, Siniani y [la jocketa] Luján Asconiga. Se hizo una votación entre los
chicos de la escuela. Hubo otra etapa en Italia pero no pude ir por compromisos
acá y fue Lucas Berticcelli".
Con
Dulce Sam, Villalba ganó el Clásico Partícula, aún en tiempos de aprendiz, y
con Euzko Bilbaíno, al que entrena Bani, se llevó el Clásico Laffue, en San
Luis, y varios handicaps en Palermo. Hoy, vive a dos cuadras del hipódromo de
San Isidro. Sus padres quedaron en San Pedro. "Mi mamá, Natalia, es ama de
casa, y mi papá, Gustavo, trabaja en albañilería y como pintor. Tengo dos
hermanas, Eliana, la mayor, y Sol, de 13. Ellos están contentos, me felicitan
cuando gano. y cuando no gano también, porque quieren saber cómo estoy. Todos
los días me dicen que me cuide. Siempre tengo conmigo una virgencita, al
Gauchito Gil y le pido a Dios antes de salir a correr y cuando volvemos
también. Hay que hacer sacrificios a esta edad pero uno debe saber cuándo puede
darse algún gusto". Entre las cosas que Nico posterga está el estudio,
aunque su sonrisa sugiere que ese sacrificio no es tan grande como el de
privarse de salir a bailar. "Empecé el secundario en San Pedro, abandoné
en cuarto año. Por ahora no puedo seguir. A mis amigos de San Pedro los veo,
vamos a comer cuando estoy allá. Van a la agencia de carreras a verme, me
escriben, me llaman; algunos conocían las carreras y otros se están metiendo
por mí".
Ocurre
que el trabajo es de todos los días, a la mañana en los ensayos y a la tarde
frente a las tribunas. "Los lunes vengo a Palermo a trabajar caballos de Antonio
Marsiglia, Miguel Gallina, y los martes voy a San Isidro, principalmente para
los caballos de Bani. Trabajo doce o trece caballos cada mañana",
desmenuza. La rutina de los jockeys, que se acentúa cuando uno ya se hizo ver.
Y
como todos, a Villalba le toca vivir ahora el momento en que se tiene menos
demanda, una vez que deja de contar con la ventaja de descargar kilos, que
tenía como aprendiz. "Y sí, bajan las montas de golpe; antes tenía muchas
y ahora hay semanas de 30 caballos y otras de 10". Un bache inevitable en
la campaña, pero que no le va a impedir ponerse las botas, los breeches, la
chaquetilla y el casco, para ser uno de los protagonistas de la gran tarde de
Palermo.
Desde
BANDERA VERDE TURF felicitamos gratamente a Gustavo Villalba y deseamos que el éxito
y la humildad que lo caracteriza, sigan siendo sus aliados en su brillante
carrera. Que continúen los éxitos… A Ganar!!!