Por: Juan
Raúl Moncada / El Disco
Hoy 29 de setiembre un año más sin la gran
carrera de la provincia de Entre Ríos y una de las más importantes del interior
del país; el Patrono San Miguel; la realidad dice que no solamente no habrá más
Patrono San Miguel, sino que tampoco hay más Hipódromo Almafuerte de Paraná.
Hoy el predio en pleno corazón de la ciudad capital de la provincia luce
abandonado con calles que lo cortan, lo surcan y dañan la memoria de todos que
amamos la actividad; lastiman a todos lo que lucharon por este escenario que atesoraba
historias y gloria en cada rincón.
El Almafuerte, en una jornada del Santo Patrono San Miguel |
Día gris, no solo por el cielo que parece llorar
y extrañar la fiesta de los 29 de setiembre, cuando el hipódromo de Paraná,
orgullo de cada paranaense, lucía sus mejores galas; estar en esa fecha en el
hipódromo era una obligación para cada ciudadano. El día también es gris porque
más allá del medio feriado que hoy acata la ciudad de Paraná, algo que siempre
estuvo y que marcó una tradición no está más y parece que nunca volverá a ser.
No pasó mucho tiempo desde cuando Carlos María
“Marlo” González, (lógico, después de jugarse algunos partidos a la “paletilla”),
repartía los llamados para el San Miguel, Oscar Carrere tomaba los anotados (me
olvido de muchos que pasaron por la secretaría de carreras del JC Paraná, pero
en ellos dos sintetizo una tradición) y se armaba el San Miguel, la carrera que
todos los entrerrianos querían correr y nosotros los santafesinos también,
aunque, ¡qué difícil era ir a ganar a Paraná!, si parecía que la pista estaba
armada para que la carrera quede en su casa… y que bien que estaba ¿no?.
Lo veo al “Ñato” Bravo preparando algún
mancarrón, ese pequeño gran hombre que vino a Paraná desde su Buenos Aires
natal en la década del 50, corrió y ganó el San Miguel y se quedó a vivir,
formó su familia y se hizo un paranaense más; a su lado Felipe Escalada,
fumando un habano esperando la carrera, atrás el “Zurdo” Celio Gómez con su
chaquetilla turquesa y blanca por mitades verticales, al “Pocho” Muteverría, a
“Kitito” Ferrari; conversan entre ellos y recuerdan a Calfupán, ese gran jockey
que vino desde la Patagonia, que era medio “indio” pero que montaba y corría
como ninguno; se corre una aparece “Chirola” Vega ganando una de las primeras
carreras, sacando bien afuera en la recta (la cancha es más liviana por ahí, me
apunta su hermano cuidador “Naranjo” Vega) y pega de derecha y como muchas
veces, también “ligaba” algún fustazo algún desprevenido que estaba encima de
la baranda, pero no hay reclamo, se sabe que cuando corre “Chirola” hay que
estar lejos de la verja.
Mas allá el “Tete” Flematti prepara el mate con
la peonada, el “Viejo” García con su hijo “Bochi”, don Vallejos, los Ferreyra,
el legendario Nicolás T. Pai y el efectivo entrenador Elpidio “Piraña”
González, todos de “punta en blanco” en el gran día del turf local.
En la cuarta debuta un “pibe” que promete me
cuenta el “Correntino” González y a su lado el pequeño “Zarco” dice quiere ser
cuidador como su padre, el pibe se llama Juan Ublich, le falta fuerza, “pero si
vos dijiste” lo reta Kiko Vadano el periodista que prepara su programa de
radio, mientras “Redondito” Solari toma apuntes para el diario.
Carlitos Oroño recién llega desde Concordia, es
un pibe pero quiere ver la gran carrera, los Ramírez dan vueltas, son
santafesinos pero se aquerenciaron con Paraná y no se irán nunca más de esta
tierra.
Y se largó el San Miguel nomás, las tribunas se
vienen debajo de tanta gente, el griterío es ensordecedor, atropella uno por
fuera, pero parece que gana el de adentro, hay bandera verde… ¿quién ganó?,
ganamos todos los que pudimos disfrutar alguna vez de este espectáculo
maravilloso y también PERDIMOS TODOS,
porque con su desaparición el Almafuerte se llevó mucho más que una simple
carrera de caballos.
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