Por: Pablo Carrizo (Periodista y
jefe de prensa HSI)
Amigos, cuando me preguntan sobre el
turf, lo que me gusta del deporte y lo más lindo que tiene como actividad, no
dudo ni un instante en responder “Es apasionante”. Y en verdad es la pasión la
que mueve esta industria tan maravillosa. La misma que muchos se esmeran por
defenestrar, ensuciar, embarrar y hasta se esfuerzan por hacerla desaparecer.
Mucho de eso se pudo ver en los últimos
días, ante acontecimientos inapropiados que fueron mancillados por los mismos
de siempre. ¿Culpas compartidas? No estoy seguro.
Sin embargo, la pasión es como la fe. Es
capaz de mover montañas y hasta nos permite soltar una lágrima cuando menos lo
esperamos. Es la que nos mantiene vivos, aún en un contexto desalentador y ante
el peor de los pronósticos. Barre con la incertidumbre y le gana por varios
cuerpos a un parte médico desalentador. De eso sabe de sobras el TURF, tras
sobrevivir a un año negativo y arduo.
Debo confesar que lloré más veces de las
que hubiese imaginado en un hipódromo. Los caballos han marcado mi existencia y
han convertido mi vida a punto tal de que el turf se volvió mi filosofía.
Es verdad que me amargan ciertos
acontecimientos y un presente complejo pero también me emocionan momentos como
el que se aprecia perfectamente en esta fotografía de Zoe Metz Photography.
Es cierto, se presta a cualquier tipo de
especulaciones pero es el turf en su máxima expresión.
Es el hombre que deja a su caballo para
siempre. Es la nena que lo llora desconsoladamente como si se tratase de un
desenlace dramático. Basta con observar los rostros de los otros dos señores
que completan la imagen y hasta la mirada melancólica de un mero y simple
caballo de carreras.
Pero el caballo es el propio
#CityOfLight, estupendo ganador de la #PegasusWorldCup, en Gulfstream Park.
Es el mismo que tuve el privilegio de ver
ganar la Breeders’ Cup Dirt Mile en Churchill Downs, en noviembre pasado. En
otra actuación superlativa y en una de las producciones más altas de aquella
jornada. Eclipsada por el encanto de elementos como #Enable o su recientemente
derrotado #Accelerate.
El hombre de chaleco es el entrenador del
ejemplar, Mike McCarthy, y la que llora a su lado es su hija Stella, en una
despedida que no será definitiva pero que, en cierta forma, marcó el retiro de
las pistas para el hijo de #QualityRoad.
Y no podría haber sido mejor su última
función que con una entrega que, aún en lo inmediato, ya se ubica entre las
mejores que se puedan registrar en el 2019.
El llanto de la nena emociona. Tal vez
confunde pero es tan genuino como la pasión de la que les hablo. A prima facie
parece un final angustiante pero es simplemente un punto final a la etapa
competitiva del ejemplar, para ingresar en la reproducción en Lane's End Farm,
en Lexington.
Fue un sábado de gloria el que
disfrutaron Mike y Stella, cuando su caballo logró una de las pruebas más ricas
del mundo pero no por eso se evitó que el domingo fuese agridulce, por la
despedida.
City of Light subió a su transporte y los
tres compartieron un momento tan maravilloso como emotivo. El rostro del
entrenador dice todo y la congoja de su hija resume la ternura del instante.
Tremenda imagen y síntesis para una
pasión que no sabe de límites. Al igual que la imbecilidad humana. Una tan
increíble y otra tan básica que bien merecen ubicarse en las antípodas.
Me quedo con la primera. Es el aire que
respiro y la que me levanta cada mañana, aun sabiendo que todo puede empeorar.
Así y todo, me empuja para seguir adelante y me otorga la fuerza necesaria para
pelearla, cada día de mi vida.
Hermosa pasión la del turf.